El Foro Social de las Américas, el Bloque Regional de Poder y los Estados latinoamericanos (II)
Heinz Dieterich
Rebelión/MDP
La afirmación de que la política de Buenos Aires y de Brasilia refleja una dinámica de stand bye, corresponde, en términos de lógica, a la descripción de un hecho. Para profundizar en el conocimiento de este hecho es necesario su explicación, es decir, encontrar las causas que lo producen.
Las hipótesis respectivas, o sea, las proposiciones razonadas de causa-efecto, serían las siguientes. En el caso de Brasil, posiblemente el equipo conductor de la política nacional considera que el gobierno puede sobrevivir hasta las próximas fechas electorales dentro de los parámetros de la política económica trazada por Fernando Henrique Cardoso, ampliándose el circuito de reproducción del capital brasileño-transnacional en China, la India y África del Sur y protegiéndose el eje agroindustrial.
Este supuesto es frágil, por múltiples razones. Sin embargo, más preocupante aún que su debilidad es el hecho de que probablemente no ofrezca una salida estructural a la miseria, porque se trata, esencialmente, de un paradigma de administración de la misma, no de su superación.
En Argentina, en cambio, el cálculo es diferente. Lanzarse con la Revolución Bolivariana en una audaz operación hacia la construcción del Bloque Regional de Poder (BRP) no conviene, piensan cabezas importantes en la Chancillería y el Palacio Presidencial, porque no están convencidos de que el proceso bolivariano logrará consolidarse.
Bajo esta perspectiva, atarse a un proyecto estratégico de integración venezolano implicaría un enorme riesgo y un alto costo político. El riesgo sería que una definición protagónica hacia la independencia bolivariana de la Patria Grande, tal como Venezuela la ha asumido, arrastraría a un gobierno argentino consigo, en caso del fracaso del proyecto boliviariano.
El costo político de autoasumirse como vanguardia del proceso de integración, por otra parte, es obvio. Dado que el BRP significa el fin de la Doctrina Monroe, tal papel latinoamericanista evocaría de inmediato una política de hostigamiento de la Casa Blanca, precio que Néstor Kirchner no estaría dispuesto a pagar o que no podría pagar.
El vector resultante de estas circunstancias es la política hemisférica de Lula y Kirchner que observamos y que parece tener el siguiente perfil: alianzas tácticas con Washington, dentro de la perspectiva de ser aceptados como eventuales líderes regionales, respetuosos de los intereses estratégicos de Washington; con la excepción del ALCA que amenazaría al único interés estratégico propio que sostiene los proyectos políticos de Kirchner y Lula, hecho por el cual no estarían dispuestos a sacrificarlo: la acumulación ampliada del capital agroindustrial.
El envío de tropas de paz a Haití ---al igual que ciertos nombramientos diplomáticos de Kirchner y la disposición públicamente expresada, de reunirse con la disidencia cubana--- sería una maniobra clásica dentro de este patrón de realpolitik conosureña.
Dicho envío libera tropas de combate estadounidenses para su guerra de agresión en Irak y fortalece su amenaza militar sobre Venezuela y Cuba. Pone al mismo tiempo al Presidente Hugo Chávez ---cuyo apoyo incondicional salvó a la Casa Rosada durante la conspiración energética de Repsol y quien sostiene correctamente, que Washington y Paris cometieron un golpe de Estado en Haití que, de ninguna manera, debe legitimarse--- en una situación diplomática delicada.
Brasil decidió participar en la operación militar en Haití, pensando que este favor para el imperio puede conseguirle un asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU y su ingreso al G-8. El cálculo de la Casa Rosada y de la Cancillería fue que el apoyo a Lula en este asunto sería retribuido más adelante por Brasil.
La actuación de los cancilleres respectivos en la más reciente reunión de la OEA en Quito parece otro ejemplo de la situación reseñada. Un destacado activista de los derechos humanos y testigo ecuatoriano caracterizó esa actuación de la siguiente manera: Brasil, Venezuela y Argentina, no fueron capaces de actuar en bloque, como el sentido común llamaba a actuar en un espacio enajenante y adverso como ese.
La postura de Brasil fue muy oscura, no trascendente, mediocre; la de Argentina, sin agenda definida y la de Venezuela, que fue la más llamativa, fue defensiva y de reacción a las demandas de la ´sociedad civil´ golpista que llenó páginas ésos días y espacios en la OEA.
Concluyó diciendo: Mar para Bolivia: la fotografía fue más que evidente: el canciller boliviano solo, sin ayuda de nadie, con el pie de foto, ´Fracaso de Bolivia ante Chile: ni Venezuela la apoyó al final´.
Las posibles hipótesis de Lula y Kirchner de que: a) Washington pudiese aceptar a Argentina y Brasil como futuros líderes regionales hemisféricos, tal como fue Irán en su tiempo en Medio Oriente y hoy día es Israel, y, b) que este escenario sea menos arriesgado y más conveniente que el del Bloque Regional de Poder, son, con certeza, equivocadas.
A mediano plazo, un liderazgo regional en América Latina sólo puede ser duradero, si se basa en un modelo de desarrollismo sustentable que tenga: a) por horizonte estratégico las industrias de alta tecnología y, b) logre desactivar los cinco mecanismos estructurales de la explotación neocolonial ---la deuda externa, el proteccionismo, los subsidios, la fuga de capitales y los términos de intercambio (ToT)--- que hacen imposible el despegue (take off) económico.
El proyectado modelo del agrobusiness, del subliderazgo hemisférico y de la relación privilegiada con el imperio, no dará, por múltiples razones económicas y políticas, esta dimensión.
Por otra parte, la cordura del imperialismo frente al eje Brasil-Argentina es, por supuesto, coyuntural: resultado de su debilidad en Irak y de la necesidad de contar con aliados y cómplices latinoamericanos en la planeada destrucción del proceso venezolano y la imposición de la paz de los vencidos en el espacio andino-amazónico: terminando con las FARC y el ELN en Colombia, la CONAIE en Ecuador y el MAS en Bolivia.
El día en que el imperio logre destruir los poderes y sujetos libertarios en el espacio andino-amazónico, los márgenes de negociación de Kirchner y Lula con Washington se reducirán cualitativamente.
La estrategia de ambos gobiernos, de estar con Dios y el Diablo al mismo tiempo, está condenada ab ovo (desde su concepción) a fracasar. Por lo tanto, es una obligación moral y práctica de los movimientos populares intervenir en ese escenario y reforzar la estrategia del Bloque Regional de Poder, como única vía de liberación realista y viable.
1.7.2004
Rebelión/MDP
La afirmación de que la política de Buenos Aires y de Brasilia refleja una dinámica de stand bye, corresponde, en términos de lógica, a la descripción de un hecho. Para profundizar en el conocimiento de este hecho es necesario su explicación, es decir, encontrar las causas que lo producen.
Las hipótesis respectivas, o sea, las proposiciones razonadas de causa-efecto, serían las siguientes. En el caso de Brasil, posiblemente el equipo conductor de la política nacional considera que el gobierno puede sobrevivir hasta las próximas fechas electorales dentro de los parámetros de la política económica trazada por Fernando Henrique Cardoso, ampliándose el circuito de reproducción del capital brasileño-transnacional en China, la India y África del Sur y protegiéndose el eje agroindustrial.
Este supuesto es frágil, por múltiples razones. Sin embargo, más preocupante aún que su debilidad es el hecho de que probablemente no ofrezca una salida estructural a la miseria, porque se trata, esencialmente, de un paradigma de administración de la misma, no de su superación.
En Argentina, en cambio, el cálculo es diferente. Lanzarse con la Revolución Bolivariana en una audaz operación hacia la construcción del Bloque Regional de Poder (BRP) no conviene, piensan cabezas importantes en la Chancillería y el Palacio Presidencial, porque no están convencidos de que el proceso bolivariano logrará consolidarse.
Bajo esta perspectiva, atarse a un proyecto estratégico de integración venezolano implicaría un enorme riesgo y un alto costo político. El riesgo sería que una definición protagónica hacia la independencia bolivariana de la Patria Grande, tal como Venezuela la ha asumido, arrastraría a un gobierno argentino consigo, en caso del fracaso del proyecto boliviariano.
El costo político de autoasumirse como vanguardia del proceso de integración, por otra parte, es obvio. Dado que el BRP significa el fin de la Doctrina Monroe, tal papel latinoamericanista evocaría de inmediato una política de hostigamiento de la Casa Blanca, precio que Néstor Kirchner no estaría dispuesto a pagar o que no podría pagar.
El vector resultante de estas circunstancias es la política hemisférica de Lula y Kirchner que observamos y que parece tener el siguiente perfil: alianzas tácticas con Washington, dentro de la perspectiva de ser aceptados como eventuales líderes regionales, respetuosos de los intereses estratégicos de Washington; con la excepción del ALCA que amenazaría al único interés estratégico propio que sostiene los proyectos políticos de Kirchner y Lula, hecho por el cual no estarían dispuestos a sacrificarlo: la acumulación ampliada del capital agroindustrial.
El envío de tropas de paz a Haití ---al igual que ciertos nombramientos diplomáticos de Kirchner y la disposición públicamente expresada, de reunirse con la disidencia cubana--- sería una maniobra clásica dentro de este patrón de realpolitik conosureña.
Dicho envío libera tropas de combate estadounidenses para su guerra de agresión en Irak y fortalece su amenaza militar sobre Venezuela y Cuba. Pone al mismo tiempo al Presidente Hugo Chávez ---cuyo apoyo incondicional salvó a la Casa Rosada durante la conspiración energética de Repsol y quien sostiene correctamente, que Washington y Paris cometieron un golpe de Estado en Haití que, de ninguna manera, debe legitimarse--- en una situación diplomática delicada.
Brasil decidió participar en la operación militar en Haití, pensando que este favor para el imperio puede conseguirle un asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU y su ingreso al G-8. El cálculo de la Casa Rosada y de la Cancillería fue que el apoyo a Lula en este asunto sería retribuido más adelante por Brasil.
La actuación de los cancilleres respectivos en la más reciente reunión de la OEA en Quito parece otro ejemplo de la situación reseñada. Un destacado activista de los derechos humanos y testigo ecuatoriano caracterizó esa actuación de la siguiente manera: Brasil, Venezuela y Argentina, no fueron capaces de actuar en bloque, como el sentido común llamaba a actuar en un espacio enajenante y adverso como ese.
La postura de Brasil fue muy oscura, no trascendente, mediocre; la de Argentina, sin agenda definida y la de Venezuela, que fue la más llamativa, fue defensiva y de reacción a las demandas de la ´sociedad civil´ golpista que llenó páginas ésos días y espacios en la OEA.
Concluyó diciendo: Mar para Bolivia: la fotografía fue más que evidente: el canciller boliviano solo, sin ayuda de nadie, con el pie de foto, ´Fracaso de Bolivia ante Chile: ni Venezuela la apoyó al final´.
Las posibles hipótesis de Lula y Kirchner de que: a) Washington pudiese aceptar a Argentina y Brasil como futuros líderes regionales hemisféricos, tal como fue Irán en su tiempo en Medio Oriente y hoy día es Israel, y, b) que este escenario sea menos arriesgado y más conveniente que el del Bloque Regional de Poder, son, con certeza, equivocadas.
A mediano plazo, un liderazgo regional en América Latina sólo puede ser duradero, si se basa en un modelo de desarrollismo sustentable que tenga: a) por horizonte estratégico las industrias de alta tecnología y, b) logre desactivar los cinco mecanismos estructurales de la explotación neocolonial ---la deuda externa, el proteccionismo, los subsidios, la fuga de capitales y los términos de intercambio (ToT)--- que hacen imposible el despegue (take off) económico.
El proyectado modelo del agrobusiness, del subliderazgo hemisférico y de la relación privilegiada con el imperio, no dará, por múltiples razones económicas y políticas, esta dimensión.
Por otra parte, la cordura del imperialismo frente al eje Brasil-Argentina es, por supuesto, coyuntural: resultado de su debilidad en Irak y de la necesidad de contar con aliados y cómplices latinoamericanos en la planeada destrucción del proceso venezolano y la imposición de la paz de los vencidos en el espacio andino-amazónico: terminando con las FARC y el ELN en Colombia, la CONAIE en Ecuador y el MAS en Bolivia.
El día en que el imperio logre destruir los poderes y sujetos libertarios en el espacio andino-amazónico, los márgenes de negociación de Kirchner y Lula con Washington se reducirán cualitativamente.
La estrategia de ambos gobiernos, de estar con Dios y el Diablo al mismo tiempo, está condenada ab ovo (desde su concepción) a fracasar. Por lo tanto, es una obligación moral y práctica de los movimientos populares intervenir en ese escenario y reforzar la estrategia del Bloque Regional de Poder, como única vía de liberación realista y viable.
1.7.2004
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