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Movimiento por la Democracia Participativa

El Foro Social de las Américas, el Bloque Regional de Poder y los Estados latinoamericanos (I)

Heinz Dieterich
Rebelión/MDP


“Estoy totalmente convencido de la integración latinoamericana a través del Bloque Regional de Poder”, dice el legendario líder obrero ecuatoriano, Edgar Ponce. “Toda mi vida he luchado por convencer a los obreros de la necesidad de estar unidos”, continua, “y ese proyecto concreto de la integración latinoamericana es la única vía que tenemos para salir del neoliberalismo y de la miseria. Cuenten conmigo.”

Edgar es el líder de la Red Sindical Nacional de Trabajadores Eléctricos del Ecuador y está discutiendo con otros líderes nacionales las opciones que tienen los movimientos sociales del país. Entre ellos, el exComandante de las Fuerzas Armadas, el General René Vargas Pazos quien hoy participa en el Grupo de Monitoreo del Plan Colombia; el líder político Ciro Guzmán del Movimiento Popular Democrático (MPD); Valery Rosero, del movimiento indígena Pachakutik; Alexséi Páez, del Centro Andino de Estudios Estratégicos; Eduardo Aovar de la Confederación de Trabajadores del Ecuador; Diego Rivera del Comité de Empresa de los Trabajadores Petroleros; Fidel Narváez de la Plataforma de DDHH, Democracia y Desarrollo y Alexis Ponce de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos del Ecuador (APDH).

De esa reunión del 16 de junio del presente nace la Convocatoria Ecuatoriana por la Constitución de la Patria Grande que es “un llamamiento a los movimientos sociales del continente y a los Presidentes de Argentina, Brasil, Cuba y Venezuela, para la conformación de un Bloque Regional de Integración y de Poder Latinoamericano”.

Convencidos de que solo la constitución de este Bloque, “dentro del ideario del Libertador Simón Bolívar, nos daría la fuerza para enfrentar con éxito a la Doctrina Monroe, al capital financiero y al militarismo de Washington”, los convocantes formulan una exhortación de suma importancia a los Presidentes Hugo Chávez, Néstor Kirchner, Fidel Castro e Inacio “Lula” da Silva.

Invitan a todas las organizaciones participantes del Foro Social de las Americas (FSA) ---que tendrá lugar en Quito, Ecuador, del 25 al 30 de julio--- a dirigir una “exhortación unitaria” a los citados Presidentes, para que reciban “sendas delegaciones de los movimientos sociales que se encuentran en el FSA, a fin de coordinar los urgentes esfuerzos estatales y de la sociedad civil de Nuestra América”.

La intención de esa trascendental iniciativa consiste en forjar, mediante el diálogo, un eje popular-estatal latinoamericano, capaz de derrotar al eje oligárquico-imperial que pretende aniquilar mediante el terrorismo de Estado y la desestabilización, a los gobiernos y movimientos progresistas de Nuestra América.

Esta iniciativa multisectorial ecuatoriana brinda al Foro Social de las Américas, además de las múltiples virtudes que ya ostenta, una oportunidad muy valiosa: la de convertirse de un foro hemisférico meramente deliberante en una Asamblea Latinoamericana vinculante. Esto en cuatro sentidos.

En primer lugar, la consensuación de la propuesta ecuatoriana generaría una sintonía entre pensamiento y praxis de los más de cien mil participantes inscritos, al introducir un objetivo político concreto de acción en las deliberaciones.

Si esto sucediese se lograría la unidad en la multiplicidad y un evento tendencialmente informe podría transformarse en un fenómeno sistémico, con todas las ventajas y propiedades que tal salto cualitativo del movimiento ---desde un estado difuso-deliberatorio hacia un estado superior de organización y finalidad--- implica.

El segundo vínculo se establecería entre los movimientos populares y los líderes estatales, permitiendo el intercambio de información, de ideas y el establecimiento de alianzas de poder entre la sociedad política y sectores importantes de la sociedad civil.

En tercer lugar, el vínculo popular-estatal no sería asistencial, como lo es, por lo general, sino político-estratégico, con los movimientos populares tomando la iniciativa frente a las estructuras y burocracias estatales.

El movimiento popular, asumiendo su papel de sujeto político, actuaría, como sucede en toda alianza, apoyando ciertas políticas estatales y enfrentándose, con los medios a su disposición, a otras que contradicen su interés vital de constituir el Bloque Regional de Integración y de Poder Latinoamericano.

Finalmente, vincular el Foro con la acción concreta del cambio, coloca el FAS de Quito en sintonía con el Foro Social Mundial de Porto Alegre, que en una reunión reciente también llegó a la conclusión de que es imperativo pasar de lo meramente resolutivo a la acción.

La creciente intervención participativa de los movimientos sociales latinoamericanos en la política integradora de los respectivos gobiernos, llega tarde. Sin embargo, si se sabe aprovechar adecuadamente la fecha de julio en Quito y, posteriormente, los Congresos “Por la Unión del Sur. Contra el Imperialismo-En Defensa de la Humanidad” (Caracas, diciembre 2004) y el Foro Social Mundial (Porto Alegre, 2005), quizás será posible darle un salto cualitativo a la integración promovida por los gobiernos que actualmente se arrastra a paso de tortuga.

La dinámica integradora estatal se ha debilitado porque su fuente más activa, el Presidente Hugo Chávez, tiene que dedicar su enorme energía e inteligencia a la defensa de la Revolución Bolivariana, ante el embate subversivo del referendo ratificatorio de agosto.

Algo semejante sucede en la política cubana: la concentración del Presidente Fidel Castro y de la diplomacia de la isla está enfocada hacia la “contradicción principal”, como diría Mao o, como dice Fidel, en un solo frente: la derrota de la violenta ofensiva de la Casa Blanca.

Posiblemente menos coyuntural es el enfriamiento de la dinámica integradora en el Cono Sur. Tanto la política de la Casa Rosada (Buenos Aires) como la de Brasilia parecen responder a un modus operandi que en las líneas aéreas y las computadoras se conoce como stand bye. Es decir, en lugar de pasar a la ofensiva, se actúa en compás de espera, en función de los acontecimientos venideros.

En Uruguay, hablando en términos descriptivos, la política electoral del Frente Amplio puede compararse a la tecnología militar conocida como stealth. Se procura evadir el radar del enemigo, procurando no configurar un perfil propositivo político que le permita a la oligarquía la detección y el ataque respectivo de algún contorno no asimilable al status quo.

En Paraguay, como es obvio, el Presidente Duarte no puede lanzarse como protagonista de una integración latinoamericana que los dos gigantes, Brasil y Argentina, no se atrevan a proponer.

Si esta radiografía de las políticas presidenciales es correcta, entonces la integración estatal de un Bloque Regional de Poder con la calidad política y los tiempos requeridos sólo se daría por default. En tales circunstancias el peso de la iniciativa recae sobre los sujetos sociales.

30.6.2004

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